Blogia
Corazón de trapo

Mis demonios

 

Sólo hay dos cosas que una persona puede realmente ofrecer a otra: su tiempo y sus pensamientos. Y el tiempo en realidad, ni siquiera lo poseemos, sólo lo derrochamos, y es nuestra responsabilidad elegir cómo y con quién.

 

Todos los adelantos, toda nuestra sociedad, están enfocados a ahorrarnos tiempo en una gran cantidad de tareas engorrosas. Nos pasamos la vida ahorrando tiempo como el avaro atesora monedas que nunca será capaz de gastar, porque en última instancia, nos cuesta ser lo suficientemente honestos como para hacer en cada momento lo que de verdad queremos hacer. Dejamos que un puñado de prejuicios hipócritas y absurdos, unos pseudo-principios impuestos por el qué dirán, gobiernen nuestras acciones, e incluso nos permitimos el lujo de autojustificarnos sólo porque “estamos haciendo lo correcto”.

 

Demasiado joven aprendí de uno de mis maestros a hacer en cada momento lo que desearía haber hecho en el momento de mi muerte, y demasiado pronto lo olvidé mil veces, para volver a recordarlo más tarde. Aún recuerdo como, medio en broma, me decía: “Bienaventurados los que saben cuándo van a morir, porque ellos serán capaces de administrar bien su Tiempo.” Y posiblemente si supiese a ciencia cierta que voy a morir mañana, no todas las cosas que hiciera esta noche pudieran englobarse dentro de lo que la mayoría de mis congéneres consideran como hacer lo correcto. Si estuviese segura de morir mañana, pondría todo mi empeño en volver a enamorarme de nuevo (aunque sólo durara las horas que me restan), saldría a bailar desnuda bajo la lluvia, besaría y abrazaría a todas las personas que amo y nunca me volvería a dejar nada en el tintero…

 

Cada día de nuestra Vida es un pequeño milagro que a base de repetitivo ha terminado por pasarnos desapercibido, pero no debemos olvidar que la vida es lo que nos sucede mientras estamos empeñados en hacer otros planes.

 

Y es que somos nosotros mismos los que construimos muros en lugar de puentes alrededor de nuestras ilusiones, y aprendemos a engañar al corazón para que se conforme tan sólo con lo que tiene a su alcance, en lugar de abrirle la ventana para que salga a remontar el vuelo… Dicen que cada uno es su propio demonio y hace de este mundo su infierno, pero yo estoy convencida de que los demonios tan sólo somos ángeles con las alas rotas.

 

2 comentarios

Corazón de trapo -

Bueno, es que la noche que lo escribí sí que llovía...

Y siempre es bueno volver al redil del Pastor Coelho.

ladychena -

Yo no saldría a bailar desnuda bajo la lluvia, porque hace frío, además, igual ese día no llueve O_O

Por lo demás, me gusta este canto de empuje a la felicidad, si señora.

Voy a volver a leerme algún libro de Cohelo, que ya todo se me ha olvidado.

Un beso