Blogia
Corazón de trapo

Solos

Una frase leí hará poco menos de un mes, que se me ha agarrado por dentro y no me suelta. Da igual lo mucho que me esfuerce en fingir que no está ahí, me espera a la vuelta de la esquina de cada distracción, por momentánea que sea. La veo por el rabillo del ojo cuando intento perderme en mis ensoñaciones favoritas, me sigue como una sombra silenciosa.

 

El túnel de parto y el ataúd son espacios concebidos para una sola persona”. No hay cabida para nadie más que nosotros mismos en los acontecimientos y decisiones verdaderamente importantes de nuestras vidas, y la prueba más irrefutable de ello es que nacemos y morimos solos. “Sólo soy yo cuando estoy solo”, ya lo decía Miguel Hernández. Cuando nadie me mira puedo dejar a un lado las máscaras que yo misma me obligo a llevar, las máscaras que apartan mi desnudez de los ojos indiscretos que me vigilan. Puedo respirar sin temor de decepcionar ni herir a nadie.

 

Cuando nadie me mira. Y fíjate cómo matizo diciendo “cuando nadie me mira”, en lugar de “cuando nadie me ve”. Porque hay veces que para estar solo basta con que todos los que te rodean vean a través de ti, en vez de mirarte bien en el fondo. Y porque cuando Alguien te mira de verdad, no puede evitar verse a sí mismo, reconocer en el fondo del corazón del Otro el camino para encontrarlo todo dentro del suyo propio.

 

Así me veo yo en ti. Eres un espejo que me devuelve la imagen de lo que fui y quiero ser con una exactitud que de tan milimétrica resulta insultante. Te he pedido a gritos silenciosos, y ahora de repente, sin saber por qué, aparece el miedo. Y el miedo es un ladrón. Dicen que un cobarde es un héroe con hijos e hipoteca. Y aunque los lobos no tengamos de esas cosas, también sufrimos los dardos de la cobardía de vez en cuando. Por eso siempre nos reservamos el derecho de cambiar de opinión, porque en el fondo creemos que somos incapaces de comprometernos con el camino. Pero entonces unos ojos valientes nos miran y nos hacen concedernos a nosotros mismos el beneficio de la duda; de la duda de que quizá haya otro final posible con el que sin saberlo soñamos.

 

Nacemos y morimos solos. Pero eso no debe entristecernos en absoluto, sino proporcionarnos la serenidad y la determinación para darnos cuenta de que en nuestra mano está rodearnos de verdaderos compañeros de viaje. Amigos y amores en cuyos brazos refugiarnos cuando estemos agotados de estar con nosotros mismos, cuando necesitemos huir de la voz que nos habla incesable desde dentro.

 

Pero hasta para nacer, “hay que destruir un mundo”, y eso no siempre es tan fácil como debiera. Quiero volar, pero he leído que para ello, primero hay que crear el suficiente espacio de aire libre alrededor como para poder extender las alas...

0 comentarios