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Corazón de trapo

Incomunicados

Terrible paradoja es, que en los tiempos en los que el exceso de información nos abruma hasta límites insospechados, el mayor mal que nos persiga sea el de la incomunicación.

Alardeamos de nuestras redes sociales, pero resultamos más bien torpres a la hora de demostrar nuestros sentimientos, o de expresar nuestros verdaderos deseos, con nuestras alas pulcramente recortadas por lo que las entrometidas narices de los demás opinan que es lo correcto.

Y aunque sé que pocas cosas son tan normales como tener miedo (porque no hay que confundir ser valiente con ser temerario), también es cierto que siempre he sido soy de la opinión de que al final, de lo único de lo que acabamos por enorgullecernos es de nuestros errores más descabellados.

Pero en el fondo, seguimos incomunicados. Ponemos en mano de los demás la responsabilidad de interpretar de manera correcta lo que sentimos, (¿por miedo? ¿Por no exponer nuestro corazón al rechazo, aun a sabiendas de que será más que bien recibido?) quizá porque así sea más fácil echarles luego la culpa a ellos, que se equivocaron al pensar que los amábamos. Aunque lo que ocurre la mayor parte de las veces sea justo lo contrario: que se acaben marchando porque piensen que no los quisimos lo suficiente.

Y al final sólo acaba quedando, en el mejor de los casos, una conversación, rencorosa como un gato, llena de reproches inconexos: Cómo iba yo a saber... Tú nunca me dijiste... Debiste suponer... Debí haberte dicho... Si tan sólo hubieras sabido... Pensé que ya sabías...  Y resentimiento, y ojos que lloran hasta doler. En el mejor de los casos.

En el peor, apenas hay sitio para una incomunicación alimentada a base de miradas furtivas.

Pero si algo he aprendido es que la vida da tantas vueltas que acaba mareando, y que algunas cosas están escritas, pero otras no.

(Tuve tanto cuidado de no destrozar tu castillo de naipes, que acabé siendo sólo un triste riesgo asumible)

Nunca es tarde para dar las gracias. Por cada momento. Por cada ilusión, emoción, sentimiento. Y es increíble observar cuánto es capaz de resistir una esperanza moribunda.

Gracias. Sí, a Ti. Sé que de vez en cuando aún sigues asomándote a este rinconcito... 

 

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