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Corazón de trapo

Ah, crudeli!

Resulta increíble la capacidad de algunos seres humanos, o seres vivientes debería decir, para hacer sentir miserables a aquéllos que les rodean. Se trata de una mezquindad rayana en lo cruel e incluso, muchas veces, en lo absurdo, y que se ve escenificada en el pan nuestro de cada día de la mano de los más variopintos personajes: la jefa frustrada a la que cualquier cosa que hagamos le parece mal, el chico guay que va de rebelde por la vida con sus auriculares a toda pastilla, y que entra a empujones en el metro en cuanto se abren las puertas para mirarte con suficiencia desde el único asiento que se había quedado vacío, o ese familiar que todos tenemos ("tío tonto putas", que diría Chenita) que ha pasado alguna que otra temporada en la cárcel por maltratar a algún otro familiar... los crueles obvios, y los no tan obvios, porque también están aquéllos que cada vez que hacen algo mal son capaces de darle la vuelta a la tortilla para que la culpabilidad caiga con todo su peso sobre ti.

Intento sentir empatía hacia este tipo de personas. ¿ Qué les hace comportarse de este modo? ¿ Dónde buscar la raíz de esas actitudes? Puede que sea sólo egoísmo puro y duro. Un deseo de autoafirmación o de establecer una supremacía, que encuentra su camino en el pisoteo reiterado de aquéllos que están por debajo de nosotros.

Pero, ¿y si fuera algo más? ¿Y si debajo de esto hubiera en realidad la necesidad de establecer al menos algún tipo de comunicación? Porque eso son nuestras relaciones, diálogos constantes. Y es posible que para muchas personas la única vía de comunicarse sea una sarta de vocablos malsonantes.

O puede que tanto intento de empatía esté al fin desembocando en síndrome de Estocolmo...

4 comentarios

Corazón de Trapo -

Yo creo que sí, que a veces sin querer hacemos daño a los demás cuando lo único que queremos es acercarnos a ellos, un poco como le pasaba al entrañable Eduardo Manostijeras... Igual que todos tenemos un lado oscuro del que no debemos renegar, las personas que más despreciables nos parecen tienen también un punto de luz capaz de iluminar a quienes aman en un momento determinado.

Pero creo que a estas alturas ya sabrás que prefiero sentir algo, cualquier cosa, incluso un poco de dolor, antes que no sentir nada y ponérselo fácil a Doña Muerte. ;)

Y a veces, el que grita que no cree en algo, quizá sólo está de alguna manera suplicando que aparezca alguien capaz de demostrarle lo equivocado que está...

Demian -

Prefiero pensar que es verdad que lo hacen para comunicarse, para sentir algo,como en aquella genial frase de Crash: "[...]Siempre estamos detrás de vidrio y metal. Creo que extrañamos tanto el contacto que chocamos los coches para poder sentir algo".

Corazón de trapo -

Cuánta razón tienes amiga! Debe de ser que tengo el síndrome ese de las coles de Bruselas, que le cogen cariño a los gusanillos que las devoran... (No estoy muy segura de que esta fuera la explicación científica, pero a mí me ha sonado bastante convincente!). Y tú yo no necesitamos empatizarnos, que sólo con vernos se nos conecta el "adsl" y hasta nos leemos los pensamientos! ;-)

ladychena -

Eso va a ser, amiga, lo del síndrome de Bruselas... digo, de Estocolmo. Porque que intentes buscarle lógica al comportamiento de esa gentecilla (pestosa, todo sea dicho)quiere decir que la empatía, o intento de empatía, se te sale por las orejas.

No empatices con bicharracos. Conmigo, si quieres, sí. P_P